Finos hilos, delicados,
como telas de arañas adheridos,
manipulan mis miembros,
me mantienen en vilo.
Una mandibula, traviesa, astillada y pendiente,
larga ecos sin ruido, suspiros aparentes.
y sobre esta unos botones desorbitados, vacios, sorprendidos.
Y aquella sonrisa abstracta, colgada a la altura de los oídos.
Toda brizna cortada.
En el suelo los latidos.
Una caída impensada.
En tierra recobra el sentido.
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